domingo, 18 de marzo de 2012

HASTA QUE QUERAMOS

            Da la sensación de que todo se derrumba a nuestro alrededor. Parece que el mundo que habitamos está siendo engullido por la codicia más desmesurada. Una agónica sensación de inseguridad nos hace temerosos del futuro más cercano. Dejamos de creer en los políticos, en la sociedad, en el futuro. Dejamos de lado la dignidad, la ética, el honor. Desconfiamos de nuestros vecinos, de nuestros compañeros de trabajo, de nuestros amigos. La desesperanza se extiende entre unos y otros, cual epidemia de peste, abatiendo aun más cualquier resquicio de ilusión por seguir a delante. Un conformismo entumecedor nos hace presa de la desidia más alienante. Con problemas o sin ellos, preferimos encomendarnos a supuestos seres superiores, que velan por nosotros desde dimensiones desconocidas y dejarnos, así, llevar por la corriente de las placidas aguas de la ignorancia y la indiferencia, sin olvidar algún que otro arrebato de crítica y regañina voraz y ofensiva en el momento preciso en el que el sistema olvida aplicarnos vaselina antes de proceder a la jodienda cotidiana.
            A pesar de todo, no hace falta ser un lumbreras para apreciar cómo se caldea el ambiente día tras día. Casi se puede escuchar como crujen algunos ceños al fruncirse por la tensión y el miedo. El “pan y circo” está empezando a ser la dosis de metadona insuficiente para saciar a un adicto. El pan, para el que lo tenga, porque cada vez hay más criaturas que sufren la carencia de tan esencial aporte calórico. Y el circo (o cualquier deporte de masas) empieza a asomar el plumero de tal manera que cada vez menos seguidores se desgañitan, o violentan, en favor de sus gladiadores favoritos. La envidia, que es muy mala. Nosotros que se lo dimos todo, ahora, conscientes y arrepentidos de semejante desperdicio, pagamos con ellos nuestra penuria y los hacemos parte de la culpa de nuestras desdichas.
            Aun así, ante la vergonzosa cantidad de abusos y tropelías que emergen de entre las tinieblas, parece que solo levantan la voz y a destiempo, aquellos que cobran por ello. Además, sin aportar nada nuevo, con un “no” por bandera, arengando a su club de fans con teorías utópicas sobre el bienestar social y la buena hermandad entre contratados y contratantes.
            No sé tú, pero yo empiezo a estar aburrido de la hipocresía que gastan los voceadores de turno, esos que lloran a cuerpo de rey, protegidos de todo mal por un estandarte consentido. Harto también del pasotismo que inunda la calle y que aflora por doquier, mientras en la barra del bar siempre hay un españolito que con un dedo acusador señala al presunto culpable y con el otro dedo indica al servicio que llene la convidada. Hasta los mismísimos huevos de saber que seguimos sin aceptar que no solo formamos parte del problema, sino que somos, también, la mayor parte de la culpa. Nos dejamos engañar una y otra vez. Un pisotón tras otro. Un paso atrás cada día sin oponer resistencia. Acomodados como guarros capados, en el desahogo de pensar que siempre se puede estar peor. Porque estar mejor ya supone algo más de esfuerzo que ver pasar las miserias de los demás. Hasta que queramos.

Si ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces entonces estás peor que antes.

Confucio (551 AC-478 AC) Filósofo chino.

1 comentario:

  1. No se puede estar más de acuerdo, deberíamos rebelarnos y tomar conciencia de que la solución está en nuestras manos, un saludo

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