lunes, 26 de diciembre de 2011

PERDÓN POR EL RETRASO.

            Aunque tal vez habría que decir “de nada” porque seguro que más de uno ha agradecido que no le haya estado incordiando cada lunes con tanta zarandaja. De todas formas, he conseguido rascar unos minutos a mi nueva actividad y he decidido contar lo vivido en estos últimos tiempos, así que: “ajo y agua”.
            Si, amigos, tras meses de proyectos, semanas de estudio, días de preparación y horas de meditación, tome la decisión de hacerme empresario. A cualquiera que se le diga que a una criatura que tiene un trabajo fijo, en una oficina, de lunes a viernes, con las vacaciones pagadas y hasta con sus pagas extra, después de cuatro años y medio, va y se le ocurre pedir una baja voluntaria para montar un bar, dirá “menudo gilipollas”. Efectivamente, aunque alguno ha tachado este acto de valentía, la mayoría, incluido yo, pensamos que es una solemne estupidez. Pero a lo hecho, pecho, porque ya no hay marcha atrás.
            Voy a aprovechar esta ocasión para hacer un poco de crítica político-económica, cuestión tan de moda en estos últimos tiempos. Como muchos sabrán ya, existe la posibilidad de cobrar la prestación por desempleo en forma de “pago único” para iniciar una actividad empresarial. Por esta normativa, un porcentaje de esa cantidad acumulada en nuestra cuenta del INEM, se recibe de forma directa y el resto se usa para pagar los impuestos que conlleva la actividad. Esta ayuda, se brinda a las personas que han perdido su puesto de trabajo, normalmente por un despido. La medida, dicen, motiva el autoempleo y está muy bien, si no fuera porque solo se la dan a los trabajadores que han sido despedidos, seguramente por no ser de lo mejorcito de la empresa. Por contra, si un trabajador, que aspira a algo más que mil euros al mes, decide auto despedirse, para darse de alta como trabajador autónomo e incluso contratar a dos trabajadores, como es el caso, dejando, además, un puesto vacante en su antigua empresa, para que así otra persona consiga un contrato, ese emprendedor no tiene derecho a esta prestación que tan bien se recibe cuando se empieza un proyecto empresarial, por pequeño que sea. ¿Cómo se te queda el cuerpo? Es normal la inflamación de las glándulas reproductivas que sufro cuando veo que se premia a la incompetencia más que al esfuerzo ¿no? Y por si fuera poca la injusticia, intento conseguir una pequeña bonificación en los seguros sociales de una trabajadora de 22 años, haciéndole un contrato de aprendiz, pero no se le puede aplicar este tipo de contratación porque es Licenciada en Dirección y Administración de Empresas y parece que se da por hecho, que a una persona licenciada en cualquier carrera no se le puede enseñar a ser camarera. Estoy casi seguro de que si algún día un banco la acepta como trabajadora, sí que podrán contratarla de aprendiz y así ahorrarse unos impuestillos durante un año.
            Os dejo un enlace para los interesados en el tema de la “subvención”: http://www.lexjuridica.com/doc.php?cat=22&id=64
            También os dejo el enlace del perfil de Facebook del restaurante, por si queréis agregarlo como amigo y así estar informados de las ofertas y promociones:

Donde hay una empresa de éxito, alguien tomó alguna vez una decisión valiente.

Peter Drucker (1909-2005) Escritor y consultor austriaco.

lunes, 26 de septiembre de 2011

GRACIAS A LA MÚSICA.

Daría mi pie izquierdo por tener oído para la música. De todas formas, para lo que lo uso. Si tengo un defecto (tengo muchos) que me joda en especial, es la falta de aptitud para la música. Después del cine, la música es la mayor de mis pasiones (familia aparte) Sigo disfrutando como un niño cuando veo una película; pero, a día de hoy, no junto dos horas seguidas para ver un largometraje, ni a tiros. Pero la música… ¡ah! eso ya es otra cosa. Se puede escuchar música en cualquier parte del mundo y en cualquier momento, en el coche, en tu casa, en el trabajo, en la calle, en los bares, en cualquier lugar que se te ocurra, hasta durmiendo la siesta (al que le dejen dormir la siesta)  Siempre que lleves unos auriculares y cualquier tipo de reproductor musical, puedes escuchar rock, soul, rap, étnica, folclórica, romántica, pop, heavy, blus, electrónica, jazz, clásica o cualquier estilo que te guste.
Una letra de Sabina, una guitarra de Clapton, un piano de Elton, un ritmo de Santana, una voz de Aretha, una composición de Beethoven y tantos nombres como instrumentos ha creado el hombre, llenan nuestros días de fuerza, de alegría, de vida. Una sola melodía puede unir a un millón de almas, que ni siquiera se conocen y hacerlas bailar al mismo son. Solo con música se sobrellevan las largas jornadas de trabajo o los tediosos desplazamientos cotidianos, una buena canción nos regala unos minutos de satisfacción y horas de buenas vibraciones. Nos relajamos, nos emocionamos, nos motivamos y hasta nos enamoramos con música. Que sería de nosotros sin ella, imaginad una película sin su banda sonora, pensad en la publicidad sin esos temas que se convierten en éxitos, o en re-éxitos. O un trayecto en coche, que sin la radio se hace el doble de largo. Que sería de las noches de bares y discotecas sin sus pinchadiscos animando al personal con sus sesiones. Los aficionados al footing o a la bici no saben cuánto le tienen que agradecer al que invento el walkman, ingenio que, desde hace más de treinta años, les acompaña, eso sí, cada vez más pequeñito.
La música hace que la sangre fluya por tus arterias de manera diferente, al compás de unos acordes que erizan el bello de tu nuca mientras no puedes dejar de tatarear mentalmente la melodía que, poco a poco, se filtra por cada hueco de tu  sistema nervioso. Las piernas no dejan de cimbrear, tu corazón palpita de manera diferente, tus ojos brillan de manera distinta y a tu cabeza vuelven recuerdos que saboreas como si estuvieses viviéndolos otra vez, porque no hay vivencia que no podamos asociar a un tema musical. Solo son siete notas musicales, pero sus infinitas combinaciones se expanden por el universo como la luz. Alumbran y acompañan cada uno de nuestros pasos y nos acercan, hasta el punto de rozarla con la yema de los dedos, a la felicidad.

Sin música la vida sería un error.
Friedrich Nietzsche (1844-1900) Filosofo alemán.

lunes, 19 de septiembre de 2011

¿ES UN PÁJARO? ¿ES UN AVIÓN?

            No. Es un masca chapas con los calzoncillos encima de unas mayas de color chillón, un súper héroe como tantos. Normalmente van con capa hasta los tobillos y en ocasiones con algún artilugio defensivo (u ofensivo) de poder devastador. Estos portentos de la naturaleza matan el tiempo dando por el culo a los planes malvados de los malos malísimos que intentan joder la marrana a todo lo que se mueve. Suelen mantener su identidad oculta, para disfrutar de una vida “normal”, mientras no están salvando a la humanidad de terribles catástrofes y tropelías varias. Son adalid de la justicia y protectores de la buena gente que puebla las naciones libres del mundo. ¿Qué sería de nosotros sin estos divinos defensores del bien?

            Nos gustan tanto estas historias porque desearíamos que fueran verdad. Y, aunque algunos se empeñen en convencernos de lo contrario, esos seres perversos, que intentan destruir el mundo, tampoco existen. Pero el pensar que un mutante indestructible, o un ser de otro planeta con súper poderes, podría defendernos, nos deja mucho más tranquilos. Es una cuestión de comodidad, porque siempre que tengamos a una súper araña, o a un súper murciélago para ocuparse del problema, no tendremos que preocuparnos por las maldades que nos acechan.
            No terminamos de comprender que si hay un mal que debemos temer es el que está dentro de nosotros mismos. La indiferencia, el conformismo, la mediocridad, el rencor, la avaricia, el odio, la insensibilidad, el engaño, la ira y el miedo nos corrompen continuamente. Una autodestrucción incesante engulle a esta especie, en declive desde su mismo albor. El volumen de villanos contra héroes (ahora sin el “súper” delante) es desproporcionado y nos condena a un destino lúgubre y desolador. Solo unos pocos, pretendiéndolo o no, se enfrentan cada día a la vileza que les rodea, en pos de mejorar una humanidad desmemoriada que no es capaz de aprender de sus propios errores. Queda la esperanza de que su granito de arena sirva para que el espíritu de los hombres no termine de degradarse por completo. Agradezcamos, pues, a esos defensores de la virtud, que nos recuerden, de vez en cuando, la importancia de la verdad, el honor, la voluntad, el orgullo, la amistad o el amor y aceptemos que todos somos víctimas de nuestra propia actitud en la vida.
            A todos nos gustaría ser un súper hombre o una súper mujer, surcar los cielos a la velocidad de la luz, tener una fuerza colosal y dar palizas a los maleantes, para regocijo del resto de los mortales; pero, sabiendo que no es más que una fantasía, si que podríamos desear ser mejores personas y esforzarnos un poco cada día por no dejar de crecer y hacer, por fin, de esta insignificante vida que nos han regalado, algo digno y virtuoso, sin tener que llevar capa, ni los calzones por fuera ni una máscara para que no se nos reconozca. Tan solo dando lo mejor de nosotros mismos, aceptando que somos seres imperfectos, pero sin dejar de buscar la perfección en todo lo que hagamos. Buscando la felicidad de los que nos rodean, más que la nuestra. Queriendo ser personas normales; pero, para que nuestros hijos piensen que somos auténticos héroes.
 

Bertolt Brecht (1898-1956) Dramaturgo y poeta alemán.



lunes, 12 de septiembre de 2011

CAMBIO DE VIDA

Llegaste a mi vida casi sin avisar. Puede que nueve meses sea suficiente para la mayoría, pero para mí no. Después de casi treinta años siendo hijo, doscientos setenta días es una miseria para asimilar que iba a ser padre. Recuerdo, como si fuera ayer, el día que naciste, bueno, todo empezó siendo de día, pero acabó bien entrada la madrugada. Con la parsimonia con la que te tomaste tu entrada (o más bien salida) al mundo, todavía no entiendo las prisas que te entran cuando tienes hambre o sueño. Todo este tiempo, desde el día D a la hora H, ha pasado como un suspiro. Más bien, ha pasado entre suspiros y derrames salivares, alternados con grandes bostezos y restregamientos oculares. Dicen que la vida es un continuo cambio evolutivo y es cierto, nuestras prioridades cambian al mismo tiempo que crecemos y vamos madurando (por no decir envejeciendo). Pero nunca habría imaginado semejante abismo, entre mi anterior e insulsa vida, llena de preocupaciones insignificantes y descomunales alegrías y esta nueva experiencia, repleta de llantos, cacas y mocos. Jamás había echado tanto de menos una siesta, ni había añorado con tanta nostalgia el quedarme en la cama hasta tarde un domingo. No hecho tanto de menos las noches de fiesta y los viajes improvisados, como el no tener que estar preocupado por comprar pañales o preparar papillas. Hace menos de un año que estás aquí y cuando me miro al espejo creo que me ha pasado por encima un lustro. Gracias al cielo que inventaron a las abuelas, no sé cómo se las apañaban antes los padres sin esta herramienta liberadora de tiempo. En fin, con tantos sacrificios y malos ratos como supone la paternidad, me extraña muchísimo que la especie humana no se haya extinguido todavía.
Sin embargo, cuando naciste, todavía preocupado por el bienestar de tu madre, te pusieron en mis brazos, me guiñaste un ojo y fue entonces cuando un escalofrío me atravesó el cuerpo y ya nada volvió a ser igual. En ese momento, el pellizco de unos dedos pequeñitos detuvo mi corazón por una milésima de segundo e hizo que volviera a latir con más fuerza que nunca. Mis ojos, cansados, brillaron como nunca lo habían hecho y mi piel se erizó, tan fría como el hielo y a la vez tan caliente como el sol. Fue cuando me di cuenta de que mi vida ya no valía absolutamente nada. Desde entonces, cada sonrisa fugaz en tu rostro vale por todas las lágrimas del mundo. Cada llanto, por leve que sea, estremece mi alma como si cayera por un precipicio. Con tu primera mirada supe que mis ojos serian los que miren por ti cuando no haya nada bonito que ver. Con tu primer “papá” sentí como una fuerza colosal me sobrevenía, para poder cuidar de ti el resto de mis días. Con tu primer abrazo me di cuenta de lo frágil que eras y la responsabilidad que sobre mí recaía. Con tus primeros pasos, decidí que los míos tendrían que guiarte y que no dejaría de luchar para que todos tus sueños se hagan realidad. Solo espero saber quererte tan bien como mis padres me han querido a mí. Si algún día lees estas palabras, recuerda que eres la mayor de mis motivaciones y que, desde el día de tu llegada, dejé de preocuparme por las nimiedades cotidianas, para dedicar todos mis pensamientos, todos mis esfuerzos, todos mis segundos y dar mi vida si fuera necesario por algo infinitamente más importante que cualquier otra cosa: tú.
Firmado: Un padre.

No puedo pensar en ninguna necesidad en la infancia tan fuerte como la necesidad de la protección de un padre.

Sigmund Freud (1856-1939) Médico austriaco.

lunes, 5 de septiembre de 2011

¿CRISIS? ¿DÓNDE ESTÁ LA CRISIS?

¿Ahorrador o no ahorrador? Un mojón pa ti. Mala época para los cerditos de barro cocido, que años atrás llenábamos de calderilla, con paciencia y muchos sacrificios, hasta que no cabía ni una peseta más y luego nos dedicábamos a vaciarlos con un cuchillo y precisión de cirujano, para no tener que romper esa adinerada criatura que podría volver a usarse como el más inocente de los bancos. Eran otros tiempos, dirán algunos, pero yo, aunque me considere bastante progresista, echo de menos algunas cosas de esos tiempos. Ahora es más fácil echar la culpa de la situación a otros y no a nosotros mismos. Convertimos a los políticos, a los bancos, a las empresas del ladrillo, a las multinacionales, a los mercados, etc. en causantes de todos los males económicos que hoy nos afligen en forma de la mal llamada crisis. Señoras y señores, a ver si dejamos de mirarnos el ombligo y empezamos a pensar un poco con la cabeza. No sería justo acusar a los coches de ser los causantes de los accidentes de tráfico. Todo el mundo sabe ya que el conductor es el verdadero problema.
Consumo es la palabra que, a mi parecer, explica la causa de todo este embolado en el que nos hayamos inmersos. No hace ni dos décadas que el consumo, para la gran mayoría, era poco más que el de primera necesidad. Como decía antes, se gastaba lo justo, para poco a poco llenar la hucha y darse después el capricho que se antojaba con el capital ahorrado. Hoy no. De unos años a esta parte, eso de ahorrar se acabo. Se ha malversado el carpe diem en beneficio del consumismo más desproporcionado que jamás hayamos conocido. Ahora se pide prestado para disfrutar y después ya nos iremos apañando con las letras. Hoy día, se lleva eso de autoproclamarse marqués de Villaquiero o duque de Letradebo. No importa si no somos médicos, ni abogados, ni estrellas del rock & roll. Con mil euritos al mes cualquiera puede permitirse una vivienda de doscientos mil, un coche de treinta mil, unas vacaciones en el Caribe, como Curro, ropas de marca, oro blanco y brillantes, equipos de alta fidelidad, móviles con funciones que jamás usaremos y cualquier otra cosa que se pueda comprar con el dinero que presta nuestro querido amigo, el banco.
Vivimos lapidados por una deuda que nadie nos obligó a contraer. Tenemos trabajos que no nos gustan para comprar cosas que no nos hacen falta, como decían en la película. Y lo peor es que tampoco nos preocupa, de hecho, si se tercia, nos endeudamos todavía más. Lo que no puede faltar es la cervecita con los amigos, la comida de los domingos con la familia o las zapatillas de marca para el niño de seis meses. Pagamos intereses por el dinero que pedimos prestado, mientras lloramos con un solo ojo, quejándonos de la crisis que nos han traído de Dios sabe dónde. A lo mejor hay que empezar a pensar que la mayor crisis la tiene nuestro cerebro. Tenemos lo que merecemos.



La pobreza no viene por la disminución de las riquezas, sino por la multiplicación de los deseos.
Platón (427 AC-347 AC) Filósofo griego.


lunes, 29 de agosto de 2011

DÍA DE PLAYA

            Ayer estuve en la playa, en una de esas playas que están junto al mar, el mar mediterráneo en este caso, toda llena de arena apuntalada por cientos de sombrillas y parcialmente cubierta por toallas de mil colores, sobre las que, personas de toda índole, toman su dosis de radiación solar veraniega, con la esperanza de que el bronceado les dure hasta navidad. Mucha gente, cada cual con su tema, unos escuchando algo con sus auriculares, otros leyendo un libro o una revista, alguno haciendo castillos en la arena y parejas jugando a las paletas en la orilla mientras pequeños grupos familiares juegan a las cartas o al parchís bajo inmensos palios de lona y rodeados de todos los artículos que se pueden comprar en la sección de acampada y tiempo libre de cualquier gran superficie. Y muchos niños, como siempre desde que yo también lo era, criaturitas a mansalva, correteando y salpicando agua y arena a los que dormitan sudorosos sobre una esterilla (por cierto, ya no se ven muchas esterillas de playa). Esos jovenzuelos que hacen agujeros en la arena para luego enterrarse en ellos, esos seres pequeñitos que chillan incansables reventando las siestas de más de un dominguero resacoso. Esos chiquillos y chiquillas que, cada domingo de verano, se pegan el madrugón para que sus padres puedan clavar su bandera en el mejor sitio de la playa y así poder disfrutar del mejor día de la semana.
            Yo estuve con mi hija, de once meses. Después de varios intentos fallidos, ahora le encanta el agua. Parece que quisiera nadar, meneando su piernecillas mientras la llevo cogida de la barriga. Se lo pasa pipa dentro del agua, a pesar de esa especie de espumilla que flota sobre el agua y que, dicen, proviene de las cremas corporales que se usan para prevenir lesiones dérmicas varias y aceites para dorar la piel cual pollo asado. Pero no es ese detritus marino el que más me incomoda.
            Antes no lo apreciaba, ahora sí. Hay más colillas en la arena de la playa que balones de nívea (otros que también están desapareciendo). Yo, a pesar del artículo sobre el tabaquismo, aun sigo siendo fumador y en la playa, todavía, se puede fumar. Se comprende que los fumadores se carguen medio paquete de cigarrillos mientras realizan sus labores habituales de ocio costero, pero por qué cojones tiran las colillas a la arena, como si de un cenicero gigante se tratara. Si nos acordamos de echar el tabaco y el mechero, tan difícil no es llevarse un recipiente de esos que venden en los bazares por un euro, para apagar el cigarrito. O más fácil, usar la lata de refresco, una vez consumido, como depósito para filtros y tirarla en la papelera con el resto de residuos antes de irnos. La ceniza es lo de menos porque es orgánica y fácilmente degradable, pero el filtro permanecerá ahí por los siglos de los siglos. A todos los fumadores que lean este blog y no hayan caído en ejercer esta higiénica práctica, les pido, por favor, que empiecen a plantearse que, a todos nos gusta tumbarnos en la arena, pero a pocos nos agrada hacerlo sobre campos de colillas.

Nada necesita tanto una reforma como las costumbres ajenas.
Mark Twain (1835-1910) Escritor y periodista estadounidense.


lunes, 22 de agosto de 2011

COMO PASA EL TIEMPO

            Llegamos tarde al trabajo, llegamos tarde a recoger a nuestros hijos al colegio, llegamos tarde a la cena, llegamos tarde al cine, llegamos tarde a las bodas, llegamos tarde a los funerales, llegamos tarde a nuestra vida. El tiempo, un concepto cruel, una palabra definible solo por una minoría y que subyuga a la inmensa mayoría. Todos estamos atrapados en el incesante correr del tiempo y nos amoldamos a él de la mejor manera posible. Pero hoy, cada vez más, esa cuenta infinita de segundos aplasta nuestra existencia y nos hace esclavos del reloj. Vivimos dentro de una agenda, con un cronómetro pegado a nuestro culo y con la inquietante sensación de que nos faltan horas para cumplir nuestros quehaceres.
            Empiezo a estar cansado de esta vida tan calculada y cuadriculada donde el paso del tiempo nos pisa los talones y ni siquiera nos da la opción de darle a la pausa para respirar, volver atrás para rectificar errores o saltar hacia el futuro para evitar alguna que otra situación traumática. Solo podemos farfullar mientras seguimos adelante, porque cada minuto que pasa son sesenta segundos que no podemos recuperar. Tal vez, algún día, el único reloj que nos guíe sea el biológico y solo tengamos que preocuparnos por la hora de dormir o la hora de comer y todo lo demás se hará cuando nos apetezca. Hace tiempo dejé de llevar reloj, pero como llevo siempre el teléfono móvil (otro artículo esclavizador) siempre sé lo tarde que voy a cualquier sitio. Cierto es que, con una buena organización y planificación, el tiempo puede cundir mucho más. Lo malo es cuando queremos meter en nuestra agenda más actividades de las físicamente realizables, porque ni el tiempo se dilata, ni nosotros nos desdoblamos y de ahí viene toda esa ansiedad cotidiana que produce este sistema en el que nos vemos sumergidos y pocos son los que pueden escapar.
            Me acabo de proponer liberarme de la esclavitud de la que el tiempo me ha hecho preso. Pienso detenerme más y dejar que los minutos sigan pasando, mientras disfruto de cada sonrisa de mi hija. Quiero sentir más cada beso de mi mujer, dure el tiempo que dure, sin preocuparme si mañana tengo que madrugar. Caminaré más y correré menos, sin importarme tanto el llegar, como el regocijarme en cada paso que dé. Deseo vivir como si cada día fuese el último y sin preocuparme que lo sea. Añoro esa paz interior que te hace flotar cuando eres niño y desconoces el concepto del tiempo. Echo de menos esos días en los que no me preocupaba perder cada segundo de mí vida, que tal vez no lo perdía, más bien lo vivía. Este artículo termina aquí. Sé que ha sido un poco más corto de lo normal, pero es que no me ha dado tiempo a más.

          “La vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes”

John Lennon (1940-1980). Cantante y compositor británico.

lunes, 15 de agosto de 2011

CAMARERO, POR FAVOR.

                  El otro día estuve rememorando aquellos  maravillosos años en los que amasaba grandes fortunas a base de atender comensales en refectorios, a cual más respetable. Fue una época feliz, pese a la dureza de mi labor. Me divertía, aprendía, conocía a todo tipo de personas, hasta ligué en alguna ocasión. Modestia aparte, el oficio no se me daba nada mal, cada día era mejor y eso me gustaba. En fin, ¿qué más se podía pedir para un joven, que no hacía tanto que había salido de la edad del pavo? Pero, como suele ocurrirme, acabé aburriéndome y abandoné para dedicarme a otros menesteres. Casi todo el mundo sabe que trabajar en la hostelería es un auténtico mojón, mucho trabajo físico, horarios intempestivos, sueldo mediocre (supongo que los lectores habrán supuesto que lo de amasar fortunas era coña) y lo peor de todo, la atención al cliente.
Todo hay que decirlo, hay muchos clientes que da gusto atender, son agradables, te tratan con respeto y son agradecidos. Pero encontramos, por contra, tantas o más que al servirlas consiguen que te den ganas de orinar en su sopa. Existen muchos tipos de mal comensal. Tenemos al energúmeno prepotente que piensa, una vez que está en el local, que todo el servicio tiene que adorarlo, como si de una estrella se tratase y satisfacer todos sus caprichos como si fueran esclavos los que le atienden. Este individuo, normalmente, suele ser una criatura acomplejada, porque en el trabajo es el último mono o porque en su casa, su señora lleva los pantalones. A estos tipos, sabiéndolos llevar, se les bajan rápido los humos, pero aun así, hay que aguantarlos. Otro caso, igual de odioso que el anterior, es el mileurista dominguero, normalmente va acompañado por toda la familia, mujer ama de casa, niños mal educados y suegra viuda, además de repelente. Este grupo, sale a comer dos domingos al mes, el hombre suele entrar pidiendo mesa, con toda la cara de querer estar tirado en el sofá de su casa viendo un programa de deportes y les gusta degustar los mismos manjares que llevan toda la semana saboreando en su hogar. Por ir terminando, y no por falta de categorías, tenemos al chistoso, creyente de ser el mejor humorista de la sala y pretendiente de animar el cotarro con un despliegue “improvisado” de chascarrillos y ocurrencias con menos gracia que un niño muerto. Como decía, podría redactar una enciclopedia con todas las calañas que se tiene el disgusto de conocer trabajando en servicio de mesas, pero en vez de eso, voy a enumerar una serie de normas básicas que todas las personas que entran en un local hostelero deberían conocer y respetar.
1 – Cuando entre en el establecimiento, pida mesa antes de sentarse.
2 – No llame al camarero haciendo palmas ni silbando, no es un perro. Bastará con levantar la mano o llamarle diciendo “perdone” o “oiga”.
3 – Tenga claro lo que van a pedir antes de llamar al camarero y no se empeñe en querer modificar los platos de la carta, ni pedir alimentos que no se incluyan en el menú.
4 – Intente controlar, en la medida de lo posible, a sus vástagos, para que no hagan tropezar al servicio.
5 – No exija que se le invite a un chupito, por mucho que se haya gastado en la cuenta. Queda bastante ruinoso. El negocio le invitará si tiene la costumbre.
6 – Pida las cosas por favor y de las gracias. No cuesta nada ser amable.
7 – No trate a los que le atienden como si fueran inferiores a usted. Nunca se sabe cuándo podrían orinarse en su sopa.

"¿Pagar la cuenta? ¡Qué costumbre tan absurda!"
Groucho Marx (1890 -1977) Actor estadounidense.

lunes, 8 de agosto de 2011

VOY A ECHAR UN CIGARRITO

          Por más números que hago, no me salen las cuentas. Mientras me fumo un pitillo y su sinuosa humareda me envuelve, me ha dado por sumar, o más bien restar. El paquete me cuesta en el estanco 3,40€, a 0,17€ el cigarrito. Yo fumo unos 16 cigarros diarios, eso resta unos 1000 € al año de mi maltrecha cuenta bancaria. Seguro que más de uno ya había hecho estos cálculos y yo no sé a los demás, pero a mí se me ponen los pelos como escarpias cada vez que lo pienso. Los antitabaco, tan de moda estos días, nos seguirán insistiendo en lo perjudicial que es este vicio para la salud y encima ahora echarán más sal en la herida con el tema económico. Hablamos de un  mes de trabajo de un mileurista de a pié, que se pasa por el pecho unas buenas vacaciones, un par de meses de hipoteca, el gasto de electricidad de todo el año o cualquier otra cosa de esas que nos cuesta tanto pagar cuando a duras penas llegamos a fin de mes. He empezado a informarme sobre el asunto de los impuestos. No sé si me quedo más tranquilo o lo flipo en colores. Hay que ver la cantidad de pasta que mueve el tabaco en este país y, por raro que parezca, los mayores beneficiarios no son las tabacaleras ni los estancos. El porcentaje tributario sobre el tabaco es desproporcionado y se excusa, entre otras cosas,  en la financiación de los tratamientos de enfermos del tabaquismo y derivados. Si Hacienda saca tanto en impuestos y casi todo se le va en sanidad, podrían prohibirlo o mejor aún, legalizar otras drogas que todos sabemos que no son tan dañinas como el tabaco y así dejarían de llevarse todo el beneficio unos delincuentes, que no tributan, para que se lo llevaran otros… que sí tributan. ¿Cuestión de ética? Tal vez habría que redefinir la ética en este aspecto. A mí que no me digan que aquí no consume drogas ilegales el que quiere y cuando quiere. Se ha vuelto más complicado fumar un cigarro que meterse una raya. Para el que le interese, dejo dos enlaces al respecto.
Vicio absurdo donde los haya, el tabaquismo. Es la única droga que conozco que, una vez que eres adicto, su consumo no te produce un efecto placentero. Por el contrario, te sientes mal cuando llevas rato sin fumar y solo filtrando humo de tabaco por tus bronquios se pasa esa angustia que contrae tu pecho, como si el aire que respiras no llenase tus pulmones.  Es curioso, cuando todavía no somos fumadores empedernidos te colocas un poco con las primeras caladas, pero luego, cuando te acostumbras y ya no te hacen efecto alguno, ya es tarde, es cuando necesitas fumar para no sufrir esa desesperante agonía que nos hace esclavos de la dependencia a la nicotina, al mal aliento y al alquitrán en las entrañas. Me despido, que no me queda tabaco y tengo que ir al estanco antes de que cierre.

“El amor, el tabaco, el café y, en general, todos los venenos que no son lo bastante fuertes para matarnos en un instante, se nos convierten en una necesidad diaria”
Enrique Jardiel Poncela (1901-1952) Escritor español.

lunes, 1 de agosto de 2011

¿POR QUÉ MENGUAN LOS GLOBOS?

Desde que estoy criando un retoño, por mi casa siempre hay algún que otro globo pululando. El otro día observé que las susodichas esferas de goma, rellenas con el dióxido de carbono que emana de mis maltrechos pulmones, van perdiendo su voluptuosidad según pasan las semanas, para ir quedando reducidas al tamaño y apariencia de un seno octogenario. ¿Por qué se desinflan los globos? ¿Por dónde se va el aire que tanto dolor de cabeza causa introducir en esos recipientes de látex multicolor? Seguramente la ciencia de respuesta a esta insustancial duda, pero este efecto misterioso me ha hecho pensar en que existe una analogía entre el proceso menguante de los globos y la evolución a menos del carácter humano.
                No hay más que echar un vistazo a nuestro alrededor para comprobar que hay dos tipos de actitudes en la vida. La primera, la más extendida, es la de la persona “globo sin hinchar” Hay muchas criaturas vagando por ahí que, como un globo que nunca se ha inflado, jamás han tenido un especial interés por asunto alguno y a la mayoría tampoco les ha preocupado demasiado. Son como esos globos que no se llegan a utilizar y se acaban tirando una vez pasada su fecha de caducidad, porque la goma se pasa y ya no sirven para ser hinchados. En otra dimensión están esos otros a los que les da por inflarse para poder así entrar en el juego. Personas motivadas, repletas de energía, dispuestas a batallar incansables en pos de su sueño. Algunos, como los globos que se inflan demasiado, explotan antes de lo esperado, pero bueno, el que no arriesga no gana y que les quiten lo bailado. Otros no estallan, pero según pasa el tiempo van perdiendo esa presión arrebatadora y acaban mustios y chuchurridos cual pimiento frito. Tanto da unos que otros, porque ninguno es mejor que el anterior, solo son diferentes formas de entender la vida. Yo, personalmente, me he inflado y deshinchado varias veces y solo espero no reventar antes de tiempo.
Tras semejante abuso del recurso metafórico, basta ya de hacer el pamplina pretendiendo dar clases de sociología a los cuatro incautos que van a sufrir la desdicha de leer estas líneas. Según iba escribiendo, caía en la cuenta de lo absurdo de mis palabras. He pasado a engrosar la eterna lista de los maestros liendre, que se creen un paso por delante de los demás y se dedican a dar lecciones de la vida a personas que no las han pedido. Pero cómo vamos a universalizar en dos opciones el temperamento humano. De qué manera queremos englobar (valga el chiste) la virtud humana y compararla con artículos tan mundanos y verbeneros. Arrepentido pues de toda esta sarta de imbecilidades, me acabo de proponer no hacerme más pajas mentales, dejar los temas metafísicos y dedicarme a escribir sobre otras tonterías, pero sin aspiraciones.
Firmado: Un globo medio deshinchado, o a medio inflar.

                “Si quisieran hablar solo de lo que entienden, los hombres apenas hablarían”
Arturo Graf (1848-1913) Escritor y poeta italiano.

lunes, 25 de julio de 2011

FIN DE LA PRESENTACIÓN

Hola a todos los que no habéis tenido bastante con la primera experiencia y bienvenidos sean los nuevos lectores que han decidido empezar a mortificarse leyendo las tropelías del que firma estas líneas. Agradeciendo de antemano vuestro interés, hoy voy a definir un poco más las pretensiones de este diario, que en honor a la verdad, más bien va a ser un semanario; porque, tampoco hay que abusar del tiempo,  ni del vuestro ni del mío,  que ya sabemos todos que es oro y al precio que se cotiza el oro hoy día.
En el capitulo anterior ya referí algo al respecto. No pretendo encasillar este espacio en una temática concreta. La intención es escribir sobre asuntos de diferente índole y navegar entre cuestiones de cualquier tipo, economía, política, sociedad, filosofía, etc. alternando con temas culturales como la música, el cine, la fotografía, la literatura, etc.  Según pasen las semanas, introduciré también contenidos de dudosa clasificación, conjeturas varias, teorías absurdas, humor sin gracia y todo aquello que no merezca mayor interés. De esta manera, no me comprometo a nada más que a escribir lo que me dé la gana. Un recurso que me agrada mucho es la cita, así que intentaré rubricar cada artículo con una de esas perlas que tanto gustan, acorde siempre con la historia en tratamiento. Hoy ya se nos ha ido la mitad del espacio en tonterías que no aportan nada, porque otro objetivo es ocupar una media de quinientas palabras por artículo y ya van doscientas cincuenta.
Aprovecharé el espacio que me queda para hacer una breve referencia al tema publicitario. Como habréis observado, este sitio incluye ciertos enlaces publicitarios que espero no sean demasiados y tampoco molestos. No pretendo vivir de esto, pero como dice un amigo mío: para la casa piedras. En tiempos de crisis (otro tema pendiente) cualquier ingreso extraordinario es bien recibido y he aprovechado este muro de las lamentaciones particular para entrar en el mundo del business. Todavía no sé muy bien cómo funciona el asunto, así que ya os contaré según me vaya enterando. Hay que tener en cuenta que la inmensa mayoría de los contenidos no comerciales que deambulan por la red no tienen otra manera de subsistir que el ingreso publicitario y más aun los pequeños espacios como este, donde no se vende nada y el único interés es transmitir conocimiento y opinión. Me entristece sobre manera ver la cantidad de talento que se puede encontrar en la red, salido un pequeño gran grupo de desconocidos, gente de a pié, personas que dedican parte de su tiempo libre a compartir con el resto de los mortales una parte de su vida y que no obtienen nada o casi nada a cambio. Mientras tanto, otros elementos, que existen porque tiene que haber de todo, engrosan su patrimonio a base de bien, por cantar mal, contar mentiras de su vida o simplemente enseñando el culo. Pero la culpa no la tienen estas criaturas que han encontrado un filón y no van a pasar de largo sin sacar tajada. Los culpables somos los que consumimos todos esos productos basura, con la sucia escusa de evadirnos de nuestras miserias. Ya sabéis, el rollo ese de la oferta y la demanda.  A ver si poco a poco va cambiando la conciencia popular de consumo, tanto material como intelectual, y se empieza a recompensar mejor el esfuerzo de todas esos trocitos de carbón que tienen un diamante en su interior. Hasta la semana que viene.

“Es una cosa bastante repugnante el éxito. Su falsa semejanza con el mérito engaña a los hombres”
Víctor Hugo (1802-1885) Novelista francés.

lunes, 18 de julio de 2011

PRESENTACIÓN

En estos días tan sofocantes, cuando a muchos nos aflige el tedio y la desidia, he decidido hacer un esfuerzo y dedicar un tiempo a la reflexión y al análisis de diferentes temas y cuestiones que nos acontecen en nuestro día a día, para compartir, con todo aquel que no tenga nada mejor que hacer, mis pensamientos, mis vivencias y mis opiniones respecto al mundo en el que nos ha tocado vivir. Me gustaría mucho que este diario fuera abierto y compartido, que todo aquel que lo desee exprese su opinión y colabore para enriquecer este foro que ya es de todos. Gracias de antemano y bienvenidos.
Lo difícil es empezar, cuesta mucho elegir un primer tema. Son tantas cosas de las que me gustaría hablar, que ahora mismo me he quedado en blanco. Tal vez debería aprovechar esta primera ocasión para presentarme y escribir algo sobre mí mismo, aunque no se me ocurre nada interesante que contar.  En fin, como ser humano del montón he venido deambulando por esta efímera existencia, con mejores y peores momentos, como cualquier hijo de vecino. Nací, crecí, me reproduje y ya solo me queda seguir caminando con rumbo incierto hasta el fin de mis días, para cuando espero haber encontrado la respuesta a la duda que desde hace tiempo me estoy planteando: ¿quién soy? Y conste que la pregunta es en singular y que no me refiero con ella al resto de los mortales. Lo dicho, no sé de dónde venimos ni a dónde vamos y tampoco es que el tema me interese demasiado. Puede que otro día abordemos esa cuestión, pero hoy no. A lo que íbamos, no creo demasiado en el destino ni en la providencia, así que a veces, en un acto de rebeldía inconsciente, corro a contracorriente y otras veces, cansado y harto de tanto trajín, me dejo llevar por la marea, sin saber en ningún caso a donde me dirijo. Si todavía no conozco la meta, mucho menos el camino y creo que este es uno de los mayores dilemas que nos afligen hoy día a muchos de nosotros. Evidentemente no todo el mundo se plantea esta duda, algunos tienen muy claro su objetivo y luchan infatigables por llegar a la meta propuesta, mientras otros ni siquiera saben de lo que estamos hablando y no entienden de conflictos interiores. Esto no quiere decir que unos sean mejores que otros y tampoco más o menos felices, pero tanto unos como otros saben lo que quieren, o lo que no quieren. El mayor problema surge cuando no se sabe lo que se quiere. Me gustaría pensar que no soy el único que anda perdido y que no sabe todavía cuál es su meta en la vida, considerando esta cuestión primordial para el alcance de la felicidad plena. Ahora no se me ha ocurrido otra cosa mejor que ponerme a escribir cábalas, aguardando el día en que me llegue la inspiración que ando buscando y también espero no descubrir demasiado tarde que, al final de todo este ir y venir, solo estoy aquí para nacer, crecer, reproducirme y morir.
Puede que este no haya sido el mejor de los principios, tal vez algo enredado y tortuoso. Supongo que más de uno habrá salido espantado antes de terminar el primer párrafo. Pero seguro que alguno que otro a picado el gusanillo y ahora se está planteando si tiene una meta en la vida o no.