lunes, 5 de septiembre de 2011

¿CRISIS? ¿DÓNDE ESTÁ LA CRISIS?

¿Ahorrador o no ahorrador? Un mojón pa ti. Mala época para los cerditos de barro cocido, que años atrás llenábamos de calderilla, con paciencia y muchos sacrificios, hasta que no cabía ni una peseta más y luego nos dedicábamos a vaciarlos con un cuchillo y precisión de cirujano, para no tener que romper esa adinerada criatura que podría volver a usarse como el más inocente de los bancos. Eran otros tiempos, dirán algunos, pero yo, aunque me considere bastante progresista, echo de menos algunas cosas de esos tiempos. Ahora es más fácil echar la culpa de la situación a otros y no a nosotros mismos. Convertimos a los políticos, a los bancos, a las empresas del ladrillo, a las multinacionales, a los mercados, etc. en causantes de todos los males económicos que hoy nos afligen en forma de la mal llamada crisis. Señoras y señores, a ver si dejamos de mirarnos el ombligo y empezamos a pensar un poco con la cabeza. No sería justo acusar a los coches de ser los causantes de los accidentes de tráfico. Todo el mundo sabe ya que el conductor es el verdadero problema.
Consumo es la palabra que, a mi parecer, explica la causa de todo este embolado en el que nos hayamos inmersos. No hace ni dos décadas que el consumo, para la gran mayoría, era poco más que el de primera necesidad. Como decía antes, se gastaba lo justo, para poco a poco llenar la hucha y darse después el capricho que se antojaba con el capital ahorrado. Hoy no. De unos años a esta parte, eso de ahorrar se acabo. Se ha malversado el carpe diem en beneficio del consumismo más desproporcionado que jamás hayamos conocido. Ahora se pide prestado para disfrutar y después ya nos iremos apañando con las letras. Hoy día, se lleva eso de autoproclamarse marqués de Villaquiero o duque de Letradebo. No importa si no somos médicos, ni abogados, ni estrellas del rock & roll. Con mil euritos al mes cualquiera puede permitirse una vivienda de doscientos mil, un coche de treinta mil, unas vacaciones en el Caribe, como Curro, ropas de marca, oro blanco y brillantes, equipos de alta fidelidad, móviles con funciones que jamás usaremos y cualquier otra cosa que se pueda comprar con el dinero que presta nuestro querido amigo, el banco.
Vivimos lapidados por una deuda que nadie nos obligó a contraer. Tenemos trabajos que no nos gustan para comprar cosas que no nos hacen falta, como decían en la película. Y lo peor es que tampoco nos preocupa, de hecho, si se tercia, nos endeudamos todavía más. Lo que no puede faltar es la cervecita con los amigos, la comida de los domingos con la familia o las zapatillas de marca para el niño de seis meses. Pagamos intereses por el dinero que pedimos prestado, mientras lloramos con un solo ojo, quejándonos de la crisis que nos han traído de Dios sabe dónde. A lo mejor hay que empezar a pensar que la mayor crisis la tiene nuestro cerebro. Tenemos lo que merecemos.



La pobreza no viene por la disminución de las riquezas, sino por la multiplicación de los deseos.
Platón (427 AC-347 AC) Filósofo griego.


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