A pesar de todo lo fuerte
que eres, yo te sigo sintiendo tan frágil como la primera vez que te tuve en
mis brazos. Te veo corretear con esa mirada que se tiene cuando sabes que el
mundo te pertenece, cuando el significado de “futuro” se desvanece entre alocadas
carcajadas y no puedo dejar de lamentar pertenecer a otra generación que
tampoco ha hecho lo suficiente como para que puedas heredar un mundo un poco
mejor que el que yo me encontré.
Quiero
que sepas que seguramente no podré dedicarte todo el tiempo de atención que
quisieras y que todo infante se merece y cuenta ya con que no te daré todos los
caprichos que se te antojen. En ocasiones creerás que soy demasiado duro
contigo, pero no me lo tengas en cuenta, porque mi padre también lo fue conmigo
y hoy no soy capaz de encontrar palabras ni acciones que puedan agradecer todo lo bueno que me ha aportado su
educación. Pero sí que hay una cuestión por la que me gustaría pedirte perdón
por adelantado.
Hace
tiempo, antes de que entraras en nuestra vida, le dije a tu hermana que mis
piernas serían las suyas cuando no le quedasen fuerzas para seguir avanzando y
mis ojos serían los suyos cuando no hubiera nada bonito que ver. Te diría lo
mismo a ti también, pero me temo que ya no va a poder ser. Hay muchas cosas que
ya no voy a poder hacer ni con ni por vosotros, tantas que me aterra hacer una
lista. Pero no tengas miedo, porque tenéis una gran familia, grande en todos
los sentidos, que se encargará de hacer por y con vosotros todo lo que yo no
pueda. Además, todavía conservo muchas facultades y espero poder usarlas para
transmitiros a tu hermana y a ti todo el conocimiento y experiencia que he
acumulado a lo largo de los años, deseando que os sea útil en vuestro recorrido
por la vida.
Por
último, también quiero expresaros mi más sentido agradecimiento, porque aunque
no lo sepáis, sois sin quererlo la principal razón y el más esencial de los
motivos por el que no me he rendido. Sois la chispa que mantiene en marcha el
motor de mi ser. Es la ilusión por veros crecer lo que me aporta la fuerza
necesaria para terminar cada día sin desear que no haya un mañana. Gracias a
vosotros y por supuesto también a esa gran familia que tenemos la suerte de
compartir, he decidido no dejar de luchar un solo minuto contra esa adversidad
que me ha tocado padecer, con el único objetivo de vencer al miedo que me
produce la agónica incertidumbre de no saber cuándo tendré que ampliar la
dichosa lista de cosas que ya no podré hacer nunca más. Doy gracias por cada
paso que puedo seguir dando porque así no dejo de andar a vuestro lado mientras
recorréis el camino que la vida os ha puesto bajo los pies.
“No le evitéis a vuestros
hijos las dificultades de la vida, enseñadles más bien a superarlas.”
Louis Pasteur.
qué bonito javi!! la esclerosis múltiple y la incertidumbre.. tenemos que aprender a gestionar tantas emociones... un abrazo!
ResponderEliminar