domingo, 29 de diciembre de 2013

QUERIDOS PAPÁ Y MAMÁ.


Queridos papá y mamá:

            Aunque no me acuerde demasiado del momento, os conocí hace ya mismo treinta y tres años. Un suspiro si contáis el tiempo que hace que os conocéis vosotros, pero más que suficiente como para haber compartido cinco ciudades diferentes repartidas por toda la geografía española. Para llevarme en más de dos y en más de tres ocasiones de urgencias al hospital. De sobra para que me matricularais en una guardería, dos colegios, un instituto, una universidad y hasta en una escuela de idiomas. Bastante, como para acompañarme a los torneos de artes marciales y a las obras de teatro. Hemos recorrido juntos varios cientos de miles de kilómetros para ver a la familia o para disfrutar de unas vacaciones en un destino diferente cada vez. Tiempo para celebrar mi bautismo, mi primera comunión, para acompañarme al altar y para celebrar el nacimiento de mi hija. Hemos compartido sobremesas, sofá y mando a distancia. Hemos discutido por la programación, por las notas, por la ropa, por las fiestas y por el trabajo. Hemos reído horas y horas hasta la extenuación y hemos llorado juntos con la perdida de nuestros seres queridos.

            Ahora que celebráis treinta y cuatro años de casados, lo que no es mucho cuando se sabe que os conocéis desde que tenéis memoria, he caído en la cuenta de que nunca os he dado sinceramente las gracias. Gracias por ser mis padres. Gracias por quererme. Gracias por educarme. Gracias por estar ahí siempre que ha hecho falta. Gracias por insistir una y otra vez con vuestros consejos, aunque no os haya hecho caso tantísimas veces. Una mano firme y un corazón tierno han sido la forja de un espíritu noble y templado. Recuerdo perfectamente la analogía que hacías, papa, sobre los hombres de bambú y los hombres de mimbre y sobre la diferencia entre ser la cabeza del ratón o la cola del león. También recuerdo, mama, cuando me decías “cuando tengas hijos lo entenderás” y que razón tenías. Con vosotros aprendí a aprender, a crecer, a evolucionar y a mejorar con el esfuerzo. Me enseñasteis a perder y a ganar. Y todavía sigo aprendiendo de vosotros. Solo espero ser capaz de mantener unida a mi familia con la misma fortaleza con la que lo habéis hecho vosotros y conseguir infundir en mis hijos el respeto, el cariño y el amor que yo he recibido. Espero también, saber superar todas las vicisitudes que sé que están por llegar, pero que he visto a través de vuestros ojos como sobrepasarlas.

Ya no hace falta que me digáis que me queréis y que puedo contar con vosotros, porque ya hace tiempo que lo sé. Hoy lo que me gustaría que supierais es que ahora y siempre podréis contar conmigo, que yo os quiero a vosotros de una manera inconmensurable y que agradezco cada minuto de vida que he pasado a vuestro lado. Porque cuando hecho la vista atrás y hago memoria, no puedo imaginar una vida diferente ni a unos padres mejores. Gracias.


Lo que se les dé a los niños, los niños darán a la sociedad.

Karl A. Menninger (1893-1990) Psiquiatra estadounidense.

No hay comentarios:

Publicar un comentario