Queridos papá y mamá:
Aunque
no me acuerde demasiado del momento, os conocí hace ya mismo treinta y tres
años. Un suspiro si contáis el tiempo que hace que os conocéis vosotros, pero
más que suficiente como para haber compartido cinco ciudades diferentes
repartidas por toda la geografía española. Para llevarme en más de dos y en más
de tres ocasiones de urgencias al hospital. De sobra para que me matricularais
en una guardería, dos colegios, un instituto, una universidad y hasta en una
escuela de idiomas. Bastante, como para acompañarme a los torneos de artes
marciales y a las obras de teatro. Hemos recorrido juntos varios cientos de
miles de kilómetros para ver a la familia o para disfrutar de unas vacaciones en
un destino diferente cada vez. Tiempo para celebrar mi bautismo, mi primera
comunión, para acompañarme al altar y para celebrar el nacimiento de mi hija. Hemos
compartido sobremesas, sofá y mando a distancia. Hemos discutido por la
programación, por las notas, por la ropa, por las fiestas y por el trabajo. Hemos
reído horas y horas hasta la extenuación y hemos llorado juntos con la perdida
de nuestros seres queridos.
Ahora
que celebráis treinta y cuatro años de casados, lo que no es mucho cuando se
sabe que os conocéis desde que tenéis memoria, he caído en la cuenta de que
nunca os he dado sinceramente las gracias. Gracias por ser mis padres. Gracias
por quererme. Gracias por educarme. Gracias por estar ahí siempre que ha hecho
falta. Gracias por insistir una y otra vez con vuestros consejos, aunque no os
haya hecho caso tantísimas veces. Una mano firme y un corazón tierno han sido
la forja de un espíritu noble y templado. Recuerdo perfectamente la analogía
que hacías, papa, sobre los hombres de bambú y los hombres de mimbre y sobre la
diferencia entre ser la cabeza del ratón o la cola del león. También recuerdo,
mama, cuando me decías “cuando tengas hijos lo entenderás” y que razón tenías. Con
vosotros aprendí a aprender, a crecer, a evolucionar y a mejorar con el
esfuerzo. Me enseñasteis a perder y a ganar. Y todavía sigo aprendiendo de
vosotros. Solo espero ser capaz de mantener unida a mi familia con la misma
fortaleza con la que lo habéis hecho vosotros y conseguir infundir en mis hijos
el respeto, el cariño y el amor que yo he recibido. Espero también, saber
superar todas las vicisitudes que sé que están por llegar, pero que he visto a través
de vuestros ojos como sobrepasarlas.
Ya no hace falta que me
digáis que me queréis y que puedo contar con vosotros, porque ya hace tiempo
que lo sé. Hoy lo que me gustaría que supierais es que ahora y siempre podréis
contar conmigo, que yo os quiero a vosotros de una manera inconmensurable y que
agradezco cada minuto de vida que he pasado a vuestro lado. Porque cuando hecho
la vista atrás y hago memoria, no puedo imaginar una vida diferente ni a unos
padres mejores. Gracias.
Lo que se les dé a los
niños, los niños darán a la sociedad.
Karl A. Menninger
(1893-1990) Psiquiatra estadounidense.
No hay comentarios:
Publicar un comentario