domingo, 6 de febrero de 2022

Querida abuela Carmela.

Querida abuela Carmela:

Van a hacer diez años que no nos vemos y durante todo este tiempo no he dejado de acordarme de ti y he pensado en escribirte muchas veces, pero ya sabes, nunca encuentra uno el momento adecuado ni se tiene claro por dónde empezar.

Diez años. Ni te imaginas lo que te has perdido. No es que el mundo haya cambiado mucho que digamos, de hecho no sabría decirte con seguridad si la cosa ha ido a mejor o a peor, pero apostaría por la segunda opción. Te fuiste en mitad de una crisis económica y hoy seguimos más o menos igual. No sé si dejamos de estarlo en algún momento, pero parece que ya se nos ha hecho el cuerpo y vivir en crisis es lo normal, de hecho hay quien te lo vende como algo bueno, una oportunidad dicen.

Recuerdo que mirabas la política con recelo y siempre desconfiaste de todos los bandos, pues ahora fliparías, porque si no teníamos bastante con las dos Españas, ahora tenemos cuatro o cinco, o diecisiete, vete tú a saber. También hay más extremos y pronto habrá más jefes que indios. Por cierto, ahora hay que tener mucho cuidado con este tipo de expresiones, de repente a todo el mundo se le ha puesto el pellejo muy fino.

Hace diez años sabíamos que en cualquier barco, más tarde o más temprano, podían aparecer ratas y que era algo puntual y reparable. Ahora resulta que las ratas capitanean los barcos, pero también lo hemos asumido como algo normal y entre los que no lo ven y los que no quieren verlo, ahí seguimos peleándonos entre nosotros para defender a las ratas que gobiernan el barco que creemos que más nos interesa. Lo más gracioso es que la mayoría de nosotros no estamos ni abordo.

Otra cosa que ha cambiado muchísimo es el tema de Internet. Ahora todo el mundo tiene Internet en el bolsillo y hay unas cosas que se llaman redes sociales que tienen a todo el mundo enganchado, supongo que por eso lo de red. A veces son sociales y a veces antisociales, porque como ha pasado siempre, hay quien les da buen uso y hay quien las usa solo para joder, a alguno le arreglan la vida y hay a quien se la arruina. En fin, ya sabes, la proporción de buenas y malas personas tampoco suele variar mucho con el paso de los años.

La tele en general sigue más o menos igual, pero con más plataformas de pago para ver muchas cosas sin publicidad y sin mucho interés ni necesidad de atención, así no necesitamos dejar de mirar ni un segundo el móvil. Los canales en abierto mismo mecanismo, ya no sabes que creerte de los informativos y con suerte puedes ver una peli a cachitos insertados entre horas de publicidad. Sigue habiendo canales cuyo tema exclusivo es el cotilleo, pero sé que no te gustaban y a mí tampoco, así que ni te lo menciono.

Bueno, que te voy a decir, todo es un circo. Políticos y artistas van a la cárcel por fraude y delitos económicos y te hablo de cantidades de dinero que cuando tú te fuiste, no sabíamos ni que existían. Hasta en la Casa Real, el que no ha entrado en chirona, está en el “exilio”. Pero vaya, que lo van arreglando, solo tienen que dejar pasar el tiempo y el interés se pierde mientras nos quejamos de algún problema más nuevo.

La familia bien. Mis padres siguen jóvenes, no me faltan tíos y todavía me queda mi otra abuela. Mi hija, la única bisnieta que conociste antes de irte tiene ya once años, pero no te recuerda y eso me apena muchísimo. Tengo guardado un peluche que le regalaste como si fuera un tesoro, algún día se lo devolveré. Tuve otro hijo y cuando ve alguna foto tuya me pregunta quién eres y yo siempre le digo que eres su bisabuela y que le hubiera encantado conocerte, como le pasaba a todo el que te conoció. Mi hermano y mis primos también han tenido una niña cada uno, así que tendrías 5 bisnietos… por el momento, pero ninguno ha tenido la suerte de conocerte y recordarte, contando cuentos, protegiéndonos de las broncas de nuestros padres y del abuelo, acompañándonos a alumbrar o simplemente preparándonos la merienda mientras veíamos una película. En fin, puta ley de vida.

Lo mío se complicó un poco. Al tiempo de tu ida empecé a tener problemas de movilidad y me acabaron diagnosticando con esclerosis múltiple. Tuve que cerrar el bar que tenía y cambiar de profesión, pero bueno, a todo se adapta uno y la enfermedad no se portaba muy mal conmigo al principio, pero la cosa se complicó hace poco menos de dos años.

Llevamos viviendo una pandemia desde entonces por culpa de un virus puñetero que empezó a enfermar a mucha gente y a enterrar a tantos como para que algunos pocos pensaran que nos íbamos a extinguir, mientras otros tantos todavía no se lo creen, pero la cosa es que van contados más de cinco millones de muertos y no quiero saber los que van sin contar.

Yo, con la suerte que me caracteriza, lo cogí al principio, cuando no sabían ni que tratamiento usar. Estuve a punto de hacerte una visita antes de tiempo, pero nos salvamos por una chispa, esa chispa que consigue que no se apague un motor, esa chispa que hay en la mirada de los ojos de tus hijos, esa chispa que encuentras en la voz de tus padres, esa chispa que se enciende cuando tu corazón se junta con el de tu compañera. En fin, algunos lo llaman milagro, otros suerte y yo creo que, más que otra cosa, cabezonería. En aquellos momentos pensé mucho en ti y a veces me gusta creer que tuviste algo de culpa en que sobreviviera. Gracias si fue así.

La cuestión es que aquí estoy, pero mi enfermedad empeoró y desde entonces andamos peor que regular y no hemos salido de una cuando estamos en otra, porque inventaron las vacunas y de tres dosis que llevo ninguna me ha sentado bien. La verdad es que los últimos tiempos no están siendo fáciles en ningún aspecto, pero cuando peor me encuentro, cuando más me pesan las piernas y el pensamiento, cuando la idea de rendirme se asoma a mi despertar, me acuerdo de ti, de tus últimos años cargando con una enfermedad, lenta y dolorosa, terrible y desoladora, pero que no consiguió quitarte una sonrisa de la cara, una enfermedad que no pudo hacer que dejaras de disfrutar cada momento que merecía la pena ser vivido y que no logró que el desánimo te hiciera presa.

Ya sea crónica como la mía o mortal como la tuya, una enfermedad busca siempre que nos rindamos, por eso cada día que no dejamos de sonreír es una batalla ganada. Cada mañana que, a pesar del dolor y a pesar de la incertidumbre, nos levantamos de la cama y decidimos afrontar un destino que se intuye sombrío es un paso más hacia la victoria, que no consiste en vivir cien años, si no en vivir sin miedo cada día sean los que sean los que nos queden. Y lo hacemos por nuestros padres, por nuestros hijos, por nuestra pareja y por nuestros seres queridos, porque, aunque ellos sufren con nosotros, cuando todo acabe siempre podrán decir “mi hijo no se rindió” “mi padre no dejo que le robaran la felicidad” “mi marido aceptó las cartas que le tocaron y jugó con dignidad hasta el último segundo”.

A lo mejor no lo pensaste, pero todo eso inspirabas y las gracias te las doy de la única forma que se me ocurre, agarrándome a la vida y estrujándola para que nunca piense que es ella la que controla la situación. Sin dejar de jugar, sin dejar de divertirme y sin parar de vivir.

Me despido ya y espero que no pasen diez años para otra carta. Dale un abrazo fuerte a mis abuelos y diles que también los echo de menos. Un beso enorme. Te quiero.



1 comentario: